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Sáquenme de aquí

Es oscuro, frío y húmedo, lloro muchas noches y araño las paredes para salir, siento el calor en mis manos, pensaba que había llegado al otro lado, pero el olor a sangre decía que mis dedos se habían despellejado. Días enteros en el mismo sufrimiento, esperando que llegue alguien a rescatarme, pero no sucedía, en algún momento entendí que nunca sucedería, mi captor había cerrado todo muy bien, de tal manera que permaneciera por siempre encerrada, sin contar mi triste historia, -¿en realidad sería triste?- Pensaba que algunos nunca me creerían, porque ¿quién pensaría que el tío de mi mamá fuera capaz de hacerme esto? Ella sería la primera en oponerse, siempre lo defendía, estaba ahí tan cerca como el fuego de una hoguera, generando calor y a la vez quemando hasta el fondo del alma. Carlos es el tío favorito de mi mamá, apenas diez años mayor que ella, una vida completa para mí.

Siempre pensé que ella lo prefería a mí, estaba abrazándolo y pendiente de sus cosas cuando estábamos de visita, yo me sentía relegada y muchas veces pensaba que ya no me quería. No siempre fue así, cuando estaba más pequeña, abrazaba las piernas de mi madre y en realidad no existía para él, es más creía que me percibía como un estorbo que se interponía con su sobrina favorita. Todo cambió cuando cumplí doce años, aunque había tenido mi periodo un par de años atrás, mi cuerpo seguía mostrando rasgos de niña. Ese año fue diferente, un incipiente busto y algo de caderas pronunciadas mostraban lo que sería mi cuerpo, ahí los papeles cambiaron, Carlos estuvo mas amigable que de costumbre, eso no sucedió de la noche a la mañana, puesto que paulatinamente se acercaba a mí y ahora creo que lo hizo para evitar sospechas, mi mamá me veía como una niña educada, que debía estar mas cercana a la familia -pero no de esa manera- pensaba yo.

La siguiente navidad inició mi prueba, estaban todos celebrando el año nuevo, como siempre comíamos doce uvas para pedir los deseos, un poco de vino espumoso serviría para el brindis, y algunas lentejas en el bolsillo. Yo hacía el mismo ritual todos los años, aunque nunca recordaba que había pedido. Siempre estaba emocionada por ese momento, veía a todos felices y por supuesto uno que otro había pasado el límite de alcohol, muchas risas y voces alteradas mostraban que la noche estaría animada. Al escuchar la sirena que marcaba las doce, todos se abrazaron y muchos escribieron con palabras efímeras lo que sería su vida el año venidero, yo pedía por estar entre las mejores del colegio, ser una buena hija y escribir más seguido en mi diario, -cosas de niñas- pienso ahora. En medio de la confusión sentí un fuerte golpe en mi trasero, pensé que algo había molestado a mí madre, pero al volverme encontré los ojos brillantes de mi tío, esos ojos que han despertado el terror desde aquel día, él reía y gritaba, -ven aquí querida sobrina, feliz año para la hija de mi sobrina favorita- todos reían y se abrazaban, nadie notó lo sucedido, a mí me pareció un momento eufórico, pensé que él buscaba castigarme. No sucedió algo diferente esa noche, muchos borrachos en las sillas. Salí con mis padres cerca de las tres de la madrugada, sabia la hora porque mi papá era muy cuadriculado, había dicho antes de partir de nuestra casa -quiero tomar un par de tragos, pero a las tres de la mañana estaremos de regreso- no le gusta emborracharse y menos tener que soportar ebrios impertinentes como el decía.

Enero 5, querido diario: han pasado cinco días desde la fiesta de fin de año, pronto regresaré al colegio y espero que pasen más días, no quiero despertar tan temprano para llegar a tomar clases con las monjas.

Enero 20, querido diario: Hoy domingo fuimos a misa con mis padres, ahí estaba toda la familia, el cura dio un sermón muy bonito sobre el amor filial y el apoyo a los pobres. Tomaré algo de mi ropa usada para llevarla como donación. En la tarde estuvimos en la casa de mis tíos, tomamos chocolate caliente y hablamos de muchas cosas, Carlos me observaba detenidamente y creo que mi mamá se dio cuenta pero no me dijo nada, posiblemente impresiones mías. Las tías siempre son amables y me sirven una segunda taza de chocolate, sus almojábanas son deliciosas. Antes de regresar a casa, rezamos el rosario con la abuela, ella es muy reflexiva, aunque no fue a la escuela, todas las misas está atenta a los mensajes del cura y nos hace pensar como aplicarlos en nuestras vidas.

Abril 15, querido diario: No han sucedido cosas interesantes en mi vida, la rutina de siempre, casa, colegio, misa, visita a la casa de mis tíos, podía repetirlo circularmente. Prometo escribirte más seguido y registrar lo que pienso, mis compañeras en el colegio hablan de niños, yo no tengo interés en ellos ahora.

Abril 16, querido diario: Es jueves santo, mi mamá me compró un vestido azul sobre blanco, me encantó, aunque los zapatos apretaban un poco, estuve con ella recorriendo varias iglesias, acompañamos a mi abuela, aunque se cansa más que los años anteriores, es muy devota de la virgen María y vi como lloraba frente a su imagen, creo que sentía el dolor de ver a su hijo azotado. Esta noche tuvimos la cena familiar con pescado, puesto que estamos en cuaresma, mis tías cocinan delicioso además tenían dulces de Semana Santa, las colaciones tradicionales y otras frituras que me gustan tanto. Mi vestido nuevo es bastante amplio, tanto que sentí frio en las piernas cuando entraba en la iglesia, mi mamá estaba pendiente de la abuela, cuando llegamos la cena estaba servida, así que nos lavamos las manos, hicimos todos una oración por los vivos y los difuntos, sentados al rededor de los platos, estábamos esperando servir, pero había un puesto vacío a mi lado, varios minutos después llego mi tío, no me saludó, pero abrazó fuertemente a mi mamá, parecía que la desbarataría, mi padre los miraba, con los ojos perdidos en la pared de fondo, creo que había perdido todo sentimiento o simplemente estaba en otra parte, a él no le gustaban esos eventos familiares, solo asistía por estar con mi madre. Pronto el asiento vacío fue ocupado por mi tío, apenas hizo un guiño que podría identificarse como un saludo, estábamos comiendo cuando sentí sus piernas cerca a las mías, pensé que había poco espacio en el comedor de mi abuela. En realidad, estaban todos muy separados, desde la muerte de mi abuelo siempre había un asiento menos en la mesa, yo diría que él se lo llevó, puesto que nadie quería tomar su lugar. Por primera vez me sentí incómoda, traté de hablar com mi madre pero ella estaba muy ocupada con las tías, hablaban de los últimos arreglos de las imágenes y como se veían esplendorosas este año, mi padre fumaba un cigarrillo junto a uno de los tíos, algo no muy bien visto, pero lo soportaban para mantener la calma en la reunión. Entretanto, una mano se deslizó en medio de mi vestido, ahogué un corto grito porque tenía mi boca llena, podría ser una coincidencia o el momento preciso para acercase a mí sin ser descubierto.

Abril 17, querido diario: Me siento sucia, nunca nadie me había tocado ahí, ni siquiera yo al bañarme, siempre fui cuidadosa como me indicó mi madre, con un paño suave y nunca con las manos.

Abril 18, querido diario: Hoy no sucedió nada extraordinario, visitamos algunas iglesias y esperamos el domingo de Resurrección.

Abril 19, querido diario: No quise ir a la casa de las tías, por primera vez quería estar lejos de ellas, en realidad lejos de mi tío, pero mi madre insistió y al escuchar mi negativa, fui abofeteada frente a mi padre. Ella quería una buena y obediente niña, no permitiría que me alejara de su familia. Avergonzada y de mala gana asistí a la reunieron, para mi sorpresa, el tío no estaba ese día, había tenido un turno extendido y no regresaría hasta la noche. Creo que nunca recé tanto en una reunión como este día, pedía a todos los santos conocidos que Carlos no regresara mientras yo estuviera ahí. Aunque mi madre se deleitaba con las tías había una fuerza superior que hacía regresar a casa, mi padre debía trabajar el día siguiente, así que a las seis en punto salimos, en el umbral de la puerta nos cruzamos con el tío, yo estaba custodiada en medio de mis padre, un saludo ligero que duró un instante bastó para me me orinara, algo que no sucedía desde mi temprana infancia, afortunadamente mi madre me pasó una de sus toallas, y le hizo señas a mi padre que se trataba de cosas de mujeres, por supuesto cosas de mujeres.

Julio 15, querido diario: han pasado varios meses desde mi ultima carta, me siento avergonzada, no por la falta de escritura, más por los hechos que han sucedido en la casa de mis tías, ahora estoy asediada y las manos de mi tío se escabullen entre mis ropas cada vez que puede, yo me orino del susto, no sería capaz de hablar con mi madre para evitar un castigo injustificado, ahora es seguro que ella debe llevar toallas cada vez que visitamos a las tías. Esta semana me llevarán donde el médico porque creen que algo está mal en mi cuerpo. Yo también creo que algo está mal en mi cuerpo, está repudiando los avances abusivos de mi tío.

Julio 16, querido diario: Hoy estuve com mi madre donde el médico, me sentí avergonzada, es la primera vez que alguien ve mis partes intimas, al menos desde que mi madre me bañaba y limpiaba a diario. Ella estuvo muy pendiente de los movimientos del médico, aunque yo no podía verlos por la posición que estaba, se hizo a su lado, creo que trataba de evitar que me tocara de una manera indecente. El médico concluyó que estaba anémica, debería consumir hierro porque las menarquias cuando inician a temprana edad desangran a las niñas, con ese argumento y una fórmula regresamos a casa.

Agosto 10, querido diario: mis episodios en la casa de las tías han disminuido, en parte porque ya no acompaño a mis padres. Mi mamá siente vergüenza que yo deje malos olores en la casa, prefiere visitarlas por corto tiempo y regresar conmigo rápidamente.

Septiembre 10, querido diario: no han pasado cosas interesantes en mi vida, discúlpame por no escribir, no quiero aburrirte con historias absurdas o repetitivas. Ah, por cierto ya no me orino los pantalones, creo que me he curado de esa enfermedad.

Octubre 22, querido diario: Hoy me sucedió de nuevo, estábamos en el cumpleaños de la abuela y no podía faltar. Esta vez fue en al cocina, estaba con ese vestido que me compró mi mamá en semana santa, ¿lo recuerdas? Si ese vestido azul que tanto me gustaba. Mi mamá necesitaba servilletas de tela y me pidió buscarlas en la alacena de la abuela, habían tantas cosas que tardé en encontrarlas. Estaba agachada estirando mis manos al fondo de un cajón cuando sentí unos dedos fríos en mi entrepierna, me oriné inmediatamente pero la mano no fue retirada, sentí salpicar por toda mi ropa, esta vez todo estaba arruinado. Me quedé en la cocina por largo tiempo, paralizada por lo sucedido, creía definitivamente que estaba enferma. Mi mamá al ver que no regresaba, fue a buscarme y me encontró llorando sobre una pequeña banca, esa banca que usaba mi abuela para desgranar alverjas. Todo mi vestido estaba mojado y mi cara descompuesta por las lágrimas. Ella me tomó entre sus brazos, trajo apresuradamente una manta de la cama de mis tías y pidió disculpas a la familia por lo sucedido, le dijo algo al oído de mi abuela quien asintió y le dio una suave palmada en el hombro, Ella no era una mujer de expresiones, como mi tío quien abrazó a mi madre mas fuerte y por más tiempo que de costumbre, sin considerar que yo estaba ahí, enferma esperando regresar a casa.

Octubre 23, querido diario: Hoy visitamos al médico, el mismo procedimiento de la visita anterior, con mi madre muy pendiente de sus movimientos. Esta vez el indicó que yo tenía algunas laceraciones en la entrepierna, podrían deberse al exceso de orina y la ropa interior. Recomendó unos baños de asiento con eucalipto y le dijo a mi madre que debía prepararse porque tal vez mi vejiga no estaba lo suficientemente fuerte y debido a eso la soltaba constantemente. Por otra parte le indicó que eso podría traer problemas durante el matrimonio y el alumbramiento, cuando yo estuviera en edad de casarme debían advertirle al futuro novio para evitar inconvenientes con la familia. Ella lloró desconsolada, yo seguía sin entender porqué.

Noviembre 10, querido diario: Han pasado dos semanas desde mi visita al médico, me siento incómoda, especialmente porque ahora debo usar toallas todo el día, en cualquier momento mi vejiga se suelta y debo estar preparada.

Noviembre 30, querido diario: Hoy es el ultimo día de colegio, estoy feliz porque pasé el año y las monjas me felicitaron por la dedicación. Especialmente en las clases de bordado donde casi pude igualar la habilidad de Sor Amalia, la mejor bordadora del colegio. No he tenido episodios con mi vejiga últimamente.

Diciembre 7, querido diario: Hoy es el día de la virgen, tenemos cena en la casa de la abuela, luego de la misa de siete. Tengo una falda larga, ahora estoy preparada porque no puedo soltar mi vejiga de nuevo, -que mala educación- decía mi madre. Estuvimos en la cena y mi tío se hizo a mi lado de nuevo. Yo inclinaba siempre mis pies contra la silla, me gusta sentir los talones altos, en ese momento él introdujo de nuevo su mano en mi entrepierna. El blanco mantel fue su cómplice, esta vez encontró la toalla como una barrera, sentí un ardor en mi pierna, un poco más abajo que la última vez. Mi tío se levantó molesto de la mesa y se fue a su cuarto. Mi madre y mi abuela se miraron y concluyeron que tal vez tenía dolor de cabeza y por eso se había molestado, cuando descansara todo regresaría a la normalidad. Esta vez me oriné de nuevo.

Diciembre 16, querido diario: Primer día de la novena, tuvimos villancicos, colaciones de navidad y estuvimos todos felices escuchado a mi abuela. Estuve ahí sola y apretando mis piernas lo más fuerte que puedo, sería una vergüenza que me orinara de nuevo.

No sé cuantos días han pasado desde la última novena, estoy en este sitio horrible, oscuro y frío. Lo único que recuerdo que mi madre me pidió un plato de rosquillas, iba en camino hacia la cocina. Luego desperté aquí, escuchaba mucho ruido en la parte baja de la casa, pero nadie entraba al lugar donde me encuentro. Él me ha golpeado varias veces, he solado mi vejiga muchas más, hizo no sé que cosas sobre mí, sentí mucho dolor pero no supe de donde venía. Mi mamá debe estar muy preocupada, pero no debo decirle que mi tío me trajo aquí, es mi culpa y por seguro me golpeará. Así como él me golpeó la ultima vez, tan fuerte que sentí crujir mi cuerpo, luego hizo lo mismo que hacía cada noche. Después de eso, me tiró a la cama un par de veces más y me dejó aquí. Ahora estoy esperando a mi mamá, ella sabrá que hacer conmigo, o al menos que hacer con mis huesos que están en esta bolsa, no debo decirle que mi tío me trajo aquí.

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